viernes, 22 de abril de 2011

POR SUS ACTOS LOS CONOCEREIS

Hace pocos días tuve ocasión de asistir a una Junta, representando a uno de los propietarios. Las diferencias en los criterios de reparto y la asignación de los gastos a las diferentes partidas, justificaron que mi cliente contratará mis servicios para la ocasión.

Y que diferente es ver los toros desde la barrera. Porque no cabe duda que no es lo mismo tener que justificar tu gestión ante la junta de propietarios, que ser uno de esos propietarios y que sea otro el obligado a darte las explicaciones.

Para variar, tuve ocasión de asistir de una forma más relajada, con un objetivo eso sí, y que no era otro que defender los intereses de quién me había contratado.

Pero esa visión mas relajada de la situación, me permitió, por deformación profesional, analizar con detalle, gestos, comentarios, actitudes y aptitudes de cuantos se encontraban en aquella reunión.

El administrador, en este caso administradora, sabedora de que éramos compañeros de profesión, me observaba un tanto recelosa, como con temor de que pudiera jugarle alguna mala pasada, y desde luego nada mas lejos de mi intención. Aunque si debo reconocer que algunos administradores, cuando asistimos como propietarios, somos demasiado quisquillosos y criticones con el compañero.

Allí se encontraba “Dª Limpia”, cuya única obsesión era la limpieza de la finca. Para ella todos los demás eran unos guarros. También estaba “D. Me Opongo”, que era el espíritu de la contradicción. “D. Dubitativo”, aquel del: Si, pero...

No faltó “D. Demócrata” que desinteresadamente se sumaba a lo que dijera la mayoría, como tampoco faltó a la cita, un personaje curioso y que de alguna forma era el responsable de mi presencia. Se trataba de un hombre de aspecto distinguido, ya jubilado, según sus propias palabras.

Es de esas personas capaces de reventar una Junta, o conseguir ser el único punto de atención, y desde que viven en la finca, su nombre se repite incesantemente en los libros de actas. No creo que actúen con mala intención, pero hacen temblar desde al Presidente, hasta el vecino del último piso, pasando por el Administrador, a quién normalmente pone de vuelta y media.

Su nombre bien podía ser, “D. Perfecto” y es fácilmente reconocible porque normalmente asiste a la junta con un montón de carpetas y papeles que contienen la vida de la comunidad, al menos desde su particular punto de vista. Su condición de ex-contable de una gran firma, le justifica el saber más que nadie y dispone de todo, y de todos a su antojo. La verdad es que no se hace querer mucho pero nadie se atreve a decirle nada, imponiendo su criterio permanentemente.

En esta ocasión y no me jacto de ello, entre todos conseguimos poner las cosas en su sitio y a cada uno en su lugar. Las cuentas se aceptaron tal y como las presentó la administradora, de una forma sencilla y que todos pudieron entenderlas y con los criterios de reparto que establecían los estatutos

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